Casi todas las películas chilenas de los últimos años han sido editadas por mujeres. Danielle Fillios y Andrea Chignoli, que hoy trabajan en “El entusiasmo” y “Cielo ciego”, son las anónimas responsables de que cada escena esté en su lugar. Y con un ritmo propio.
Mucho se habla del director de una película y de los actores que en ella participan. Pero lo que sucede después del rodaje es algo desconocido para la gran mayoría del público. En ese instante entra el montajista, la persona que pone orden -en una labor casi invisible- a todo lo filmado. En Chile, este trabajo cae principalmente en manos de mujer.
Ese es el caso de las películas “El entusiasmo” y “Cielo ciego”, que dirigen Ricardo Larraín y Nicolás Acuña, respectivamente. Actualmente, la francesa Danielle Fillios y la chilena Andrea Chignoli están montando estos filmes, luego de concluir sus publicitados rodajes. “El montaje en cine es como tener un montón de palabras sueltas (tomas y planos) que hay que ordenar en oraciones (secuencias) para contar una historia”, grafican para explicar esta actividad.
Danielle Fillios es la más experimentada de las dos. Comenzó su carrera a los 22 años en Francia, donde trabajó con Jean Jacques Benneix (“Betty blue”) y con Cyril ColIard (“Noches salvajes”). En Chile, trabajó en publicidad, en la serie televisiva “Estrictamente sentimental” y en el filme “Johnny cien pesos”, ambas de Gustavo Graef-Marino.
Luego seguirían “Amnesia”, “Punto rojo” y “Gringuito” y los recién estrenados documentales de Ricardo Larraín “Pasos de baile” y “El Cardenal”. Hace poco terminó el montaje de “Last call” de Christine Lucas, y en estos momentos trabaja en “El entusiasmo”, también de Larraín.
Andrea Chignoli comenzó a trabajar en cine en 1992, tras terminar sus estudios de periodismo. Después de asistir a Danielle Fillios, se dedicó a montar algunos cortometrajes, hasta que en 1995 hizo el montaje del primer largo de Christine Lucas, “En tu casa a las 8”; dos años más tarde trabajó en “Historias de fútbol” y en los telefilmes de TVN, “Las historias de Sussi”. Y ya terminó el montaje de “Cielo ciego”, dirigida por Nicolás Acuña.
Ajuicio de Andrea Chignoli, en Chile históricamente el montaje ha sido labor femenina, “por los horarios de trabajo, que son más normales, no como en otras áreas de la industria cinematográfica”, explica. Danielle Fillios tiene otra teoría: “Con el antiguo sistema, la moviola, el montaje era más delicado y minucioso, por lo que había más mujeres en ello”.
Las profesionales explican que su trabajo está muy determinado por el guión previo, pero que la verdadera labor del montajista surge cuando es capaz de cambiar lo que dice el guión y proponer nuevas alternativas al director de la película. “El buen montajista es el que se recuestiona las órdenes y se atreve a hacer cambios”, dice Andrea Chignoli.
-¿Cómo alguien puede notar la mano del montajista en un filme?
“No se nota”, coinciden. “Es como la música incidental. Tal vez alguien se pueda aburrir cuando se quedan pegados en un plano, o cuando se repite una secuencia hasta el cansancio, pero la mayoría ni siquiera sabe que existen distintas tomas de una misma acción”.
-Entonces, ¿que hace que un montaje sea especialmente bueno?
Danielle Fíilios es enfática: “El mejor montaje es el que no se nota. En general premian a las películas que tienen mayor trabajo de posproducción, las más brillantes, aunque muchas veces las más sencillas son las más difíciles de montar”
-¿No les molesta que su trabajo sea tan anónimo?
“No, al contrario. El montaje es el periodo de calma tras la locura que significan las filmaciones” reflexiona Andrea. “Es un trabajo hermoso. Uno arma una historia a pedacitos. Es fascinante”, complementa Danielle.
José Andrés Alvarado.
El Mercurio – Martes 9 de junio 1998